Pues si es cierto que el tiempo
lo desvela todo y rige la verdad,
ese cruel hacedor de promesas y desengaños,
bien pudiera sentarme aquí un momento
y acaso divagar un rato;
apostar, de la clepsidra, por la sutil medida
sin esperar destino.
Y -cicuta aparte- gozar de ese momento
tal vez amargo y rojo,
tal vez hermoso y mío.