Pero todo esto me resulta vacuo. Vacuo, vacuo, vacuo…
Tan vacuo como discutir sobre un equipo de fútbol. Tan vacuo como esas dos figuras retóricas llevadas a la vida diaria; a saber… tomar el todo por la parte o la parte por el todo. Es lo que en 56 años he visto y vivido. Sí. Penoso.
Llegado el momento no hay prácticamente nadie con quien puedas conversar. Algo tan agradable y, sin embargo, tan difícil de conseguir. Conversar.
La vida está llegando a su fin, lo sé. La genética no falla. Y no hay nadie con quien conversar. Casi nadie.