A Julio le ha salido un amigo comentarista a sus espaldas, pero no se siente herido ni abandonado. Me ha servido un té frío con limón mientras me explicaba la escena de la evidencia en aquel bar abarrotado minutos antes de la proyección. Ríe y se abandona a su alegría pintada de entusiasmo.
No hay mal que por bien no venga, dice, con la mirada serena. En quince días ha recuperado la tierra bajo los pies y remueve el café con una cucharilla regalo de Lucas, que por fin ha dado señales después de años.
La vida es como un golpe de mar que trae cosas y se las lleva violentamente. La estrella le sonríe.