Etiqueta: versos
Amor rodante
Como el caracol,
amor rodante de pulso a pulso.
Barcarola de espuma
no estés triste.
De arriba al centro
de abajo al surco,
ya sabes:
como el caracol
esperando dentro a que salga
el Sol,
barcarola de espuma rodando el río.
Entre cuatro paredes con tu pecho
mira,
soy yo.
He venido para estar
y ya sabes,
barcarola de espuma rodando el río,
amor rodante de paso a pulso.
Tropo
Yo no quiero ni mirarte
ahí clavada,
en el centro,
desde hace tanto tiempo
y viéndonos venir.
Cambiando de ropaje,
de inquilinos,
vistiéndote de historias
ceñidas en el pecho.
¿Qué no habrán visto tus rampas
subiendo al campanario
que tu voz no murmure
-toda veleta-
a los cuatro vientos?
Quimera de Notre Dame
Inmóvil, la luz de frente mostrándome la sombra.
Al norte, al sur,
cambiante con las horas
mi sombra palidece.
Gárgolas y arbotantes,
puntos de apoyo y guardianes prisioneros
por los que el agua fluye y el sol
se pierde.
Estaciones
¿cuatro?
Quizá.
Tanto y tanto alrededor, que no veis,
y sólo puedo pensar,
contentarme con el crepúsculo,
despertar,
que tocan a maitines.
En mi sueño desplazo esta mano
que soporta mi rostro.
He aquí mi fealdad estática,
la que en verdad os espanta a todos,
he aquí la belleza móvil de mi quimera,
la que me eleva por encima de vosotros.
Biarritz a media sombra
Cruzó la calle a saltitos,
con los ojos abiertos a media sombra.
Cruzó la calle a lomos de la brisa,
con aquella delgadez de sombra y gorriones.
Cruzó la calle a ras de parachoques,
con la boca entreabierta y rumor de comisuras.
Cruzó la calle lentamente,
con los hombros despegando a mirar horizontes.
Cruzó la calle con mis ojos.
Yo ayudé con mis párpados.
San Gimignano
Esta luz de retirada,
toque de la calle que estrecha,
y las nubes
acaso no prometan sino otra eternidad
o la clara evocación del sortilegio:
tu mirada.
Pues la belleza aquí quedó detenida;
sólo te resta girar sobre tus pies
avanzar,
mirar de soslayo el crepúsculo
y entregarte un instante a la dicha.
Inmanente
Bajo la sombra de un dolor robusto
la luciérnaga embotellada ya no espera tu regreso.
Fin del ruido
En esta bolsa color marfil
un desorden y cuatro lustros desperdiciados.
Están listos para partir.
Tan solo falta la piedra callada;
razón de peso que os llevará,
a ti con tu recuerdo,
al fondo del río.
Autorretrato
Vestida de cinc
como el mar en días plateados.
De la cabeza a los pies
vestida.
En los hombros un acantilado
y un beso de espumas a lo lejos.
Penumbra
No me digas que la vida sigue;
la hoja que cayó ayer
no es más una hoja.
El jardín, otro jardín.
Flores nuevas.
Éxito
A fuerza de no buscar me he encontrado
con lo que no esperaba
y por la calle me cruzo con individuos perdidos,
vendedores de mapas poseídos
por sus ritos.
Festejan, mientras corren, la pompa de un día.
De vuelta a casa la violeta en flor
me hace un guiño desde su pequeño jardín.
Dosis
Apresamos al miedo con los dientes
un buen día ya agotados
apenas sin tener conciencia
sin albedrío.
Lo tomamos
sin saber
en una dosis ínfima
casi menospreciando
el poder de todo el resto.
Y es ese momento
-uno más-
el que sin pena ni gloria lo va encerrando
desterrándolo lejos.
Ritmo
Hojas sueltas que el viento arrastra
tal vez el tiempo las coloque en un lugar
anudando estaciones.
Cuna del devenir
mecedora de angustias y alegrías.